lunes, 30 de junio de 2014

Haina: Ante una concepción reverente: El principal valor y bien más sublime es la vida No. 57

“ sector Gringo, es la plaza de drogas, consumo de estupefacientes, microtráfico, robo, asesinato,”...


Maguá Moquete Paredes.


La cualificación humana y felicidad consecuente no son problemas que cada uno debe resolver en su consciencia solitaria; son más bien inconvenientes que deben dilucidarse en el juego de las fuerzas, materializarte de la sociedad. De ahí, la necesidad de surgir un nuevo tipo de relaciones humanas basadas en la justicia, a nivel económico, político, pedagógico, científico y cultural.  



La dimensión social y política de nuestra realidad, enfatiza en minorías insensibles a la miseria de nuestros hermanos y hermanas.  Pueblo que parece condenado a las calamidades del sub-desarrollo.

En mi querido Haina, sin embargo, no nos desalentamos. Existe un futuro tan prometedor como firme, que es el movimiento de conscienciación que crece y cree en medio de personas humanas y son las respuestas a la insensatez que asombra a esta comunidad.   Tipifico el libro de Luis Alberto Concepción, como una compilación de hechos, de situaciones que se respiran a diario en el municipio: Haina un pueblo de contrastes, como él titula.

Sus denuncias apenas abren un corchete al lector sin un plan solucionador. Creo en una exigencia de participación en las decisiones básicas de orientación social, de acción delegada al pueblo, no el objeto sino el sujeto de la política desarrollista.   Un contraste explotado en un cuatrienio de alcalde municipal, sin historia, reducido al límite de la lucha por la subsistencia sin ni siquiera bases materiales pasa ser libre.

Haina un pueblo que ha perdido la fe de la coreada cultura de gente que se le dio la oportunidad de dirigir sus estamentos sociales. Individuo con cieno por cerebro. Felicito al autor de Haina un pueblo de contrastes, agrega al debate bibliográfico valores socio-político-demográfico-cultural que nos llevan donde el Sur inicia…

Quedó en el tintero, que el deber existe cuando existe un bien supremo o bienes mediadores que debemos alcanzar. Su fuerza imperativa depende del grado de valor que posea el bien apetecido. Lo mismo que los valores, los deberes están sujetos a jerarquía. O sea, el principal valor o bien más sublime es vida. La vida de todos.    Estas ideas impresas coligen a Haina en la resignación. Haina debe salir de un libro, de un individuo bonachón, con esbozos revolucionarios y lirismos discursivos que no conoce la génesis del pueblo, como Juan Carlos Espinal (en el prólogo), no se si es periodista o la denominada acepción, de ahora, de comunicador mediático. El pseudo periodista o recetario de televisión y radio, es analista por manosear un libro. Es un culturizo, como decía mi entrañable, inolvidable, buen amigo e intelectual Adrián Javier.          

Haina un pueblo de contrastes, que abre preguntas de la conexión con los diferentes extractos políticos, empresariales, industriales y comerciales que tienen franca negación en nuestro municipio para mantener el vuelo rasante de la injusticia social.   En el capítulo III, tres playas mutiladas y un oportuno malecón. La página 25, motiva ese inapropiado malecón. ¡Malecón de qué!

Ese antro en el sector Gringo, es la plaza de drogas, consumo de estupefacientes, microtráfico, robo, asesinato, acoso y violación sexual, porte de armas de fuego y punzo cortante, expendio de toneles de bebidas alcohólicas, contaminación sónica de más de 60 decibeles (db), tiros al aire, a la arena y al mar Caribe. Todo un escenario de corrupción por un tubo. ¡Qué vandálico drama!

La idea más temeraria, más desafiante a la dignidad hainera, ha tenido ese pandemonium malecón. Por justeza y dignidad debo dar la razón social al comandante, teniente coronel,  Policía Nacional, Saturnino De León De la Cruz, que trazó la línea de Pizarro del desorden al orden público. Saturnino, lo logró junto a su equipo especializado policial.

De León De la Cruz luchó en contra del Satán de la arena, pero el peaje a inmorales policías, de pulperos de la zona, politicastros del patio; pudieron más que la decencia y control del vandalismo enquistado en Haina.

Ese malecón ha involucionado Haina, en la enramada de la gestión municipal 2006-2010, de Luís Alberto Concepción.

Observo un diorama en las elecciones congresuales y municipales de Haina. Personas con calidad de solidaridad que deben asumir la libertad hainera, desterrar simples palabras de políticos analfabetos, oportunistas y clientelistas con una tara mental.  La obra de Concepción se mezcla con segmentos históricos, avanza en el tiempo. Pero pudo dibujarse las grandes líneas de Haina contemporáneo, para que las ideas y diversidades sean notables en sus reformas desarrollistas.”

“Denunciar es lo más simplista, la forma más alta de la literatura es la verdad”, ha dicho Bernard Shaw, “es la reunión de consciencias y voluntades en pro de lo libre, no se forma, por otra parte, con registrar los hechos, debe expresar el alma de la multitudes del pueblo. O se yergue como una potencia ante el poder, por la equidad social”.

Haina no puede enmudecer frente a estúpidos de cada cuatro años con mercancías que zahieren el dogma humano; con demagogias y sueños.

En mi lectoría, el primer periodista francés, Eusèbe Renaudof, decía orgullosamente: “Que el es una mercancía cuyo comercio no se ha podido jamás prohibir y que es de la naturaleza de los torrentes, que engrosan cuando se les opone resistencia”. Esto nos subraya, que el ingenio del río de verdad -insisto- en nuestro Haina debe ser la existencia por el progreso integral de toda frontera nebulosa.

Al colofón, sin extremos florilegios laudatorios, el libro logra expectativas sensibles comunitarias donde se reconoce un texto-abierto sencillo, accesible y notaria síntesis lexical. Para estar cónsono con las inquietudes haineras, abría que seguir la lucha contra la corrupción, inseguridad ciudadana, contaminación del medio ambiente; epidemias sociales y crímenes de todas las categorías.

Además, quien escribe debe enfrentar con aptitud las amenazas del tiempo; continuidad de servicio a la sociedad que le ha tocado vivir, y que sólo perduran las obras que defienden la verdad.

En ese navegar, asumo la reflexión del primer Cardenal dominicano Eminencia Reverendísima, Octavio Antonio Beras Rojas (El Seibo, 16 de noviembre del 1906, Santo Domingo, Distrito Nacional, 30 de noviembre del 1990). Sirvió como Arzobispo de Santo Domingo del 1961 a 1981, y fue elevado a esa jerarquía eclesiástica en 1976, cuando dijo: La verdad es como el corcho que siempre flota.  

Crédito editorial: En la edición, Tomás Castro Burdiez, Luis Alberto Concepción y Edward Rodríguez Toledo. Diseño exterior y diagramación, Alhan Aneudy Toledo, la impresión por Editora El Nuevo Diario, SRL. Contiene 171 páginas.

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