Dionicio Liranzo
Habíamos programado una salida desde la semana anterior, teníamos grandes expectativas. Haríamos un gran recorrido y pasaríamos todo el día conociendo animales exóticos, especies en extinción, graciosos chimpancés, diversas fieras, cocodrilos etc.
Llegado el día hicimos la visita, fuimos al Zoológico municipal de Ipiranga, Sao Paulo; pagamos el derecho de entrada, muy caro por cierto. En solo tres minutos mi percepción sobre los zoológicos cambió radicalmente. Basta con mirar a los ojos los animales retenidos allí. La misma reacción tuvo Miguel Hernández, un colega facilitador del INFOTEP, integrante del grupo de dominicanos que recibíamos capacitación metodológica en Brasil.
Nos preguntábamos: ¿con qué derecho los seres humanos ponemos en cautiverio a las especies animales bajo el falso pretexto de aprender sobre la vida de ellos? Nada más alejado de la verdad, los zoológicos son costosísimos lugares subsidiados por los estados, que deberían desaparecer.
Que se puede aprender sobre animales alejados de su real hábitat; lejos de los de sus especies y condenados a morir tristes y aletargados. Inadecuadamente sostenidos con alimentos inapropiados y en horarios establecidos por el personal que los cuida, si es que se puede llamar cuidado a eso; sin haber sentido nunca el éxtasis de una cacería natural.
Sin haber recorrido sus territorios y persiguiendo a sus presas o huyendo de sus depredadores, pero en condiciones naturales. Las fieras necesitan de la cacería, no solo para alimentarse, sino también para ejercitarse; para sobrevivir.
Uno de los episodios más deprimentes que pudimos observar fue ver a un Cóndor Negro. Se exhibe allí con mucho orgullo aquella ave solitaria que pasa las 24 horas encerrada en una malla o red que ni siquiera le permite extender su alas sin lastimarse, no puede volar y ni siquiera tiene un compañero o una compañera.
Es un ave en extinción, y creo que así, reteniéndolos en cautiverio, desaparecerán más rápido aún.
Hoy en día, los zoológicos no tienen razón de ser. La entrega de grandes científicos y el arrojo y empeño de verdaderos amantes de la naturaleza, auxiliados por las cámaras fotográficas y el video, han documentado los pormenores de la vida animal desde su hábitat, sin necesidad de encerrarlos.
Han logrado penetrar hasta los más recónditos lugares. Han filmado la vida y el entorno de miles de especies animales, así como las pericias que llevan a cabo para sobrevivir y hasta para reproducirse.
Dado lo costosos que son los animales llamados exóticos, se han vuelto atractivos para el lavado de dinero del narcotráfico y el capricho de los ricos opulentos. Tener un zoológico es señal de prosperidad.
Si eres amante de los animales y tienes posibilidades económicas, lo mejor sería implementar o fortalecer los programas de protección a los animales salvajes, sin privarlos de su entorno ni de su condición natural.
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