martes, 25 de noviembre de 2014

El borrón y cuenta nueva. Edición. 58

César Doroteo.
“El primero en iniciar con “El borrón y cuenta nueva” fue el profesor Juan Bosch”...  

Así como en 1ra. de Timoteo 6:10, la Santa Biblia os dice “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”.



Es lo que al pasar de los años ha sucedido con “El borrón y cuenta nueva”, en la política dominicana, debido a que este accionar de borrar todo e iniciar desde cero ha traído como consecuencia que tengamos cada cuatro años un gobierno igual o peor de corrupto que el anterior.

El primero en iniciar con “El borrón y cuenta nueva” fue el profesor Juan Bosch quien lo usó como slogan durante la campaña de las elecciones en las que resultó electo con un 58.72% el 20 dediciembre de 1962, sin los partidos aliados que sumaron un 0.81 para llevarlo a un 59.53%.

Don Juan, que para las mencionadas elecciones era visto y vitoreado como el líder de la libertad, utilizando frases como Vergüenza contra dinero, El buey que más jala, Hijos de machepa y tutumpotes, no suministró al pueblo la anhelada justicia, optando por otorgar el perdón con el borrón a las barbaridades de los personeros de la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Fruto, quizás, de ese mismo borrador y nuevas cuentas, además de algunos que otros intereses, hace que la Administración del profesor Juan Bosch se reduzca a sólamente 7 meses, pasando entonces la República Dominicana por un grado de inestabilidad política que da fruto a la Revolución del 1965, que pedía el regreso de Don Juan sin elecciones.

Ese borrón le deparó al país un Triunvirato, la Guerra de Abril de 1965, la Intervención Militar Norteamericana y los Doce Años de Balaguer, que se llevó consigo la juventud pensante de una época de resistencia que siempre estuvo dispuesta a luchar, al punto de abonar su sangre por la libertad de su pueblo.

Luego de 1962, reaparece nuevamente el mismo “borrón y cuenta nueva”, con Don Silvestre Antonio Guzmán Fernández, quien de slogan decía que “Para el Cambio sin violencia, vota blanco” y “Para acabar con la corrupción, vota Blanco”.

Pero a su llegada al poder en 1978 aplicó el mismo borrador de Don Juan y todo lo acaecido en “los 12 años” del terror fue olvidado igualmente por el Partido Blanco.

Esto nos deja con secuelas como la poblada de 1984 (Aunque muchos no lo vean así), el regreso del doctor Joaquín Balaguer en 1986, el fraude de 1990 y 1994, la desaparición física de Narciso González (Narcisazo) y muchas otras que a lo peor se queden.  

Ya pasados 8 años de los blancos gobernando, regresa al poder, el doctor Joaquín Balaguer, del cual muchos pensaron que con su salida en 1978 nunca regresaría al Palacio Nacional, pero las repetitivas divisiones internas del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) le colocaron la silla de alfileres a pedir de boca al viejito de Navarrete y fue electo presidente en 1986, con la consigna “Y vuelve y vuelve Balaguer”.

El sigiloso Balaguer es quien se encarga de ponerle la tapa al pomo (Quién lo diría), y llevar a la cárcel, a lo mejor por su propia conveniencia, a quien lo más seguro pasados 4 años podría haberse reciclado como lo había hecho el mismo en 2 períodos, y creó las condiciones con razón o sin ella, de desacreditar al doctor Jorge Blanco, para sacarlo definitivamente del escenario político.

Pasado estos episodios en el manejo de la Cosa Pública, en todas las esferas, no ha habido una verdadera y efectiva política de Estado que envíe a las cárceles a quienes se han burlado y enriquecido con el dinero del pueblo, llegando al punto de que los funcionarios no tienen forma de justificar las fortunas que ostentan.

A lo mejor se han realizado intentos, que pueden ser vistos en la mayoría de los casos como shows mediáticos, que no pasan de una simple chercha y que luego quedan todos los acusados libres de culpa.

Es tiempo de intercambiar el Borrón y cuenta nueva, por métodos que le devuelvan la confianza al pueblo, de por lo menos salir a elegir sus autoridades cada cuatro años, y que el mismo cree las condiciones de que quienes estén al frente de la Administración Pública sientan que el peso de una verdadera justicia podría caer en ellos de no actuar con prudencia y decencia en su accionar administrativo de los bienes del Estado.

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